Actualmente la sociedad
en general está cada vez más concienciada de los beneficios que
obtenemos cuando salimos a hacer deporte. Por día que pasa vemos a
más gente caminando, en bicicleta o corriendo. Esto es algo muy
positivo pero deberíamos tener en cuenta un aspecto importante, la
frecuencia cardiaca.
La frecuencia cardiaca
es el número de latidos o contracciones por minuto que realiza
nuestro corazón. Además nos sirve para medir la intensidad del
ejercicio, puesto que nos indica el pulso que tenemos mientras
hacemos deporte.
En los ejercicios
dinámicos (resistencia), la frecuencia cardiaca aumenta a medida que
lo hace la intensidad del ejercicio. La frecuencia cardiaca se
incrementa desde los valores de reposo entre 70 y 80 latidos por
minuto hasta la frecuencia cardiaca máxima de aproximadamente 190 a
205 latidos por minuto.
Este incremento de la
frecuencia cardiaca depende de:
- El tipo de ejercicio.
- El nivel de fitness.
- La edad.
- El género.
Cuando realizamos los
ejercicios prolongados, con una misma tasa de trabajo, la frecuencia
cardiaca aumenta constantemente poco a poco. Este fenómeno se
denomina drift cardiovascular y es causado por una menor
capacidad de regresar la sangre al corazón conforme van pasando los
minutos.
A través de la
frecuencia cardiaca ya sea antes, durante o inmediatamente después
del ejercicio, se puede estimar el costo metabólico de la actividad.
¿Cómo podemos
mejorar nuestra resistencia?
Para mejorar nuestra
resistencia es muy importante medir el ritmo cardiaco del ejercicio
para calcular la intensidad del entrenamiento.
En primer lugar debemos
obtener un valor estimado de la frecuencia cardiaca máxima, para
ello tenemos que restar nuestra edad a 220. Por ejemplo para alguien
de 20 años, el ritmo cardiaco máximo pronosticado es 200 latidos
por minuto (220-20= 200).
Los individuos logran una
mejora en el entrenamiento de fondo cuando sus ritmos cardiacos están
entre un 55/65 para el 90% del ritmo cardiaco máximo entre 20 a 60
minutos de duración.
De esta manera
obtendremos el ritmo cardiaco meta, que corresponde a un ritmo
cardiaco aumentado que produce cambios positivos.
Utiliza el 55% como el
valor más bajo si estás fuera de forma y el 65% como el valor más
bajo si estás en forma y eres activo. Para calcular el ritmo
cardiaco meta debemos multiplicar nuestra frecuencia cardiaca máxima
por ya sea 0.55 o 0.65 (dependiendo del nivel) y después por 0.90.
Ejemplo: Para una persona
de 20 años activa y en forma, su frecuencia cardiaca máxima sería
220-20=200 pulsaciones por minuto. Para calcular su ritmo cardiaco
meta, seria: 200 x 0.65 = 130 pulsaciones. Luego lo haríamos 200 x
0.90 = 180 pulsaciones.
Estos
dos ritmos cardiacos representarán los límites más altos y más
bajos de la intensidad del ejercicio ideal. Por lo tanto, esta
persona debería trabajar la resistencia entre 130 y 180 pulsaciones
por minuto para mejorar. La duración sería entre 20 y 60 minutos.
Este intervalo se puede
disminuir si deseamos especificar la intensidad del ejercicio,
dependiendo de los objetivos específicos de la sesión y nuestro
nivel de forma.
¿Cómo podemos medir
nuestra frecuencia cardiaca mientras hacemos deporte?
Mide el ritmo cardiaco
usando un monitor de ritmo cardiaco o un reloj de ritmo cardiaco, más
conocidos como pulsómetros. Existen muchas marcas, modelos y con
diferentes precios y características. Hay mucha gente que sabe que
existen y de su utilidad pero no lo utilizan porque piensan que “les
frenan” en sus progresos.
Personalmente como
entrenador personal recomiendo que lo utilicen aquellas personas que
salen habitualmente a hacer deportes como por ejemplo correr o salir
en bicicleta, ya que de esta manera nos controlamos las pulsaciones,
no pondremos en riesgo nuestra salud y además nos ayudará a mejorar
nuestro rendimiento.
Por último os dejo una
frase que dijo el entrenador del triatleta Javier Gómez Noya:
El control del pulso ha convertido a Gómez Noya en el
mejor triatleta del mundo.
SERGIO BREA –
ENTRENADOR PERSONAL.
Puedes seguirme en
Twitter: @sergio_brea02